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miércoles, 29 de octubre de 2008

2 DE NOVIEMRE Fieles difuntos




 Por Tere Fernández |   Catholic.net

2 de noviembre,   significado de las costumbres y tradiciones relacionadas con esta fiesta.
 
Fieles difuntos
Fieles difuntos

Un poco de historia

La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos.

Cuando una persona muere, ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación.

Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios.

A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los difuntos.

Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos. Debido a esto, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.

La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el periodo de purificación y puedan llegar a ver a Dios. "No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos".

Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Los que ya están en el cielo interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y alcanzar la vida eterna.

Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo por las intenciones del Papa entre el 1 y el 8 de noviembre, "podemos ayudarles obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados". (CEC 1479)

Costumbres y tradiciones. El altar de muertos

Es una costumbre mexicana relacionada con el ciclo agrícola tradicional. Los indígenas hacían una gran fiesta en la primera luna llena del mes de noviembre, para celebrar la terminación de la cosecha del maíz. Ellos creían que ese día los difuntos tenían autorización para regresar a la tierra, a celebrar y compartir con sus parientes vivos, los frutos de la madre tierra.

Para los aztecas la muerte no era el final de la vida, sino simplemente una transformación. Creían que las personas muertas se convertirían en colibríes, para volar acompañando al Sol, cuando los dioses decidieran que habían alcanzado cierto grado de perfección.

Mientras esto sucedía, los dioses se llevaban a los muertos a un lugar al que llamaban Mictlán, que significa "lugar de la muerte" o "residencia de los muertos" para purificarse y seguir su camino.

Los aztecas no enterraban a los muertos sino que los incineraban.
La viuda, la hermana o la madre, preparaba tortillas, frijoles y bebidas. Un sacerdote debía comprobar que no faltara nada y al fin prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando y entonando tristes canciones. Las cenizas eran puestas en una urna junto con un jade que simbolizaba su corazón.

Cada año, en la primera noche de luna llena en noviembre, los familiares visitaban la urna donde estaban las cenizas del difunto y ponían alrededor el tipo de comida que le gustaba en vida para atraerlo, pues ese día tenían permiso los difuntos para visitar a sus parientes que habían quedado en la tierra.

El difunto ese día se convertía en el "huésped ilustre" a quien había de festejarse y agasajarse de la forma más atenta. Ponían también flores de Cempazúchitl, que son de color anaranjado brillante, y las deshojaban formando con los pétalos un camino hasta el templo para guiar al difunto en su camino de regreso a Mictlán.

Los misioneros españoles al llegar a México aprovecharon esta costumbre, para comenzar la tarea de la evangelización a través de la oración por los difuntos.

La costumbre azteca la dejaron prácticamente intacta, pero le dieron un sentido cristiano: El día 2 de noviembre, se dedica a la oración por las almas de los difuntos. Se visita el cementerio y junto a la tumba se pone un altar en memoria del difunto, sobre el cual se ponen objetos que le pertenecían, con el objetivo de recordar al difunto con todas sus virtudes y defectos y hacer mejor la oración.

El altar se adorna con papel de colores picado con motivos alusivos a la muerte, con el sentido religioso de ver la muerte sin tristeza, pues es sólo el paso a una nueva vida.

Cada uno de los familiares lleva una ofrenda al difunto que se pone también sobre el altar. Estas ofrendas consisten en alimentos o cosas que le gustaban al difunto: dulce de calabaza, dulces de leche, pan, flores. Estas ofrendas simbolizan las oraciones y sacrificios que los parientes ofrecerán por la salvación del difunto.

Los aztecas fabricaban calaveras de barro o piedra y las ponían cerca del altar de muertos para tranquilizar al dios de la muerte. Los misioneros, en vez de prohibirles esta costumbre pagana, les enseñaron a fabricar calaveras de azúcar como símbolo de la dulzura de la muerte para el que ha sido fiel a Dios.

El camino de flores de cempazúchitl, ahora se dirige hacia una imágen de la Virgen María o de Jesucristo, con la finalidad de señalar al difunto el único camino para llegar al cielo.

El agua que se pone sobre el altar simboliza las oraciones que pueden calmar la sed de las ánimas del purgatorio y representa la fuente de la vida; la sal simboliza la resurrección de los cuerpos por ser un elemento que se utiliza para la conservación; el incienso tiene la función de alejar al demonio; las veladoras representan la fe, la esperanza y el amor eterno; el fuego simboliza la purificación.

Los primeros misioneros pedían a los indígenas que escribieran oraciones por los muertos en los que señalaran con claridad el tipo de gracias que ellos pedían para el muerto de acuerdo a los defectos o virtudes que hubiera demostrado a lo largo de su vida.

Estas oraciones se recitaban frente al altar y después se ponían encima de él. Con el tiempo esta costumbre fue cambiando y ahora se escriben versos llamados "calaveras" en los que, con ironía, picardía y gracia, hablan de la muerte.

La Ofrenda de Muertos contiene símbolos que representan los tres "estadios" de la Iglesia:

1) La Iglesia Purgante,
conformada por todas las almas que se encuentran en el purgatorio, es decir aquéllas personas que no murieron en pecado mortal, pero que están purgando penas por las faltas cometidas hasta que puedan llegar al cielo. Se representa con las fotos de los difuntos, a los que se acostumbra colocar las diferentes bebidas y comidas que disfrutaban en vida.

2) La Iglesia Triunfante, que son todas las almas que ya gozan de la presencia de Dios en el Cielo, representada por estampas y figuras de santos.

3) La Iglesia Militante, que somos todos los que aún estamos en la tierra, y somos los que ponemos la ofrenda.
En algunos lugares de México, la celebración de los fieles difuntos consta de tres días: el primer día para los niños y las niñas; el segundo para los adultos; y el tercero lo dedican a quitar el altar y comer todo lo que hay en éste. A los adultos y a los niños se les pone diferente tipo de comida.

Cuida tu fe haciendo oración por   TODOS LOS SANTOS Y POR LOS FIELES DIFUNTOS

 Noche de brujas: Halloween significa "Víspera santa" y se celebra el 31 de Octubre. Esta costumbre proviene de los celtas que vivieron en Francia, España y las Islas Británicas. Para los mexicanos esta fecha es de diversión, en contraparte de la FIESTA DE TODOS LOS SANTOS EL 1 DE NOVIEMBRE Y FIESTA DE LOS FIELES DIFUNTOS EL 2 DE NOVIEMBRE.

 En estas fechas para nosotros se tiene un sentido espiritual, no debemos olvididar rezar por los muertos, por nuestros hermanos en Cristo y por todos los santos.

Debemos vivir el verdadero sentido de la fiesta y no sólo quedarnos en la parte exterior. Aprovechar el festejo para crecer en nuestra vida espiritual.

Algo que no debes olvidar

 Nuestros muertos están en el cielo. Los vivos podemos ofrecer obras de penitencia, oraciones, limosnas e indulgencias para que los difuntos alcancen la salvación.

La Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo entre el 1 y el 8 de noviembre, podemos abreviar el estado de purificación en el purgatorio.

Oración

Que las almas de los difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Así sea.


 

Celebración de los FIELES DIFUNTOS

En México,  el Día de los Muertos es el principal en el calendario festivo. Mientras que en los pueblos y pequeñas ciudades el Día de los Muertos se celebra según la tradición, también se celebra en las ciudades con un toque de modernidad.

Por lo general el momento principal es cuando la gente va al camposanto en la noche y adorna las tumbas, principalmente usando una flor naranja llamada xempazuchitl. En las casas se hace un altar en honor a los parientes difuntos, en los que se colocan fotos de ellos, alimentos y bebidas para que el difunto en la noche venga a recordar esos gustos de su vida mundana.

La fiesta en México representa toda una serie de elementos del folklore que únicamente se ven en esta época del año. Uno de ellos es el pan dulce llamado "pan de muerto" hecho con levadura que todos degustan en la cena. También son muy tradicionales los cráneos hechos de azúcar, que se regalan a las amistades, con su nombre escrito en la frente. Las calaveritas son parte de los obsequios; son versos con rima escritos por la gente, y que narran de forma graciosa el encuentro con la Muerte de amigos o personajes de la política.


  Día de los Muertos
 
 
La Iglesia imprime un trasfondo cristiano al Día de los Muertos
 Día de los Muertos
Este Día de los Difuntos, el centro y el sur de México, como cada año, se honran a sus muertos con una fiesta de hondas raíces prehispánicas y católicas que se funden en el origen de los tiempos de este país

El Día de los Muertos o la fiesta católica de los Fieles Difuntos ha tenido sus citas más celebradas en la isla de Janitzio, al centro del lago de Pátzcuaro (Michoacán), en Oaxaca capital y en el poblado de Mixquic, muy cercano al Distrito Federal, declarado por la UNESCO como Patrimonio Oral o Inmaterial de la Humanidad.

En diversos actos, mezcla de religiosidad popular, paganismo y catolicismo, que llevan a cabo las familias y las comunidades de la vasta porción central y sureña de México. En particular, destacan los «altares» en los que las familias o los barrios recuerdan a sus difuntos.
ALTAR DE MUERTOS (elementos)

Un «altar» tradicional --aunque ya se han ido borrando de la memoria de miles de mexicanos-- está confeccionado en siete niveles, cada uno forrado de tela de color negro que representa los siete pecados capitales que, en vida, habría cometido el difunto.

Se llega hasta él por un camino de arena, rodeado de veladoras encendidas. Espejos y agua son dos elementos que no pueden faltar en los «altares» mexicanos. El espejo para que el muerto --que ha de venir el 2 de noviembre-- vea su reflejo y el agua para que la beba y retome fuerza tras el viaje.

Al «altar» se le pone la imagen de un santo, generalmente el santo de la devoción propia del fallecido o de su familia, su comunidad, su barrio o su ciudad. También una cruz realizada, tradicionalmente de frutas como el tejocote o la lima, objetos personales, comida predilecta, una fotografía de la persona muerta y el pan de muerto.

Éste último es una tradición gastronómica que florece cada año con mayor fuerza. Se trata de un pan redondo, de harina, azúcar, huevo y manteca al que se adorna con figuras que asemejan fémures en la parte superior. Se le ofrece a los muertos y a los vivos, en señal de comunidad y de participación de la vida en la muerte o de la muerte en la vida.

La noche del 2 de noviembre transcurre entre rezos cristianos y cantos de la antigüedad prehispánica en un memorial profundo y sobrecogedor de los muertos, reminiscencia de la creencia indígena de que a los difuntos se les tenía que agasajar para que pudieran contentar a los dioses que dirigían el mundo hasta en sus últimas determinaciones.

A partir de la conquista y la evangelización española (siglo XVI) el Día de los Fieles Difuntos ha sido una cita obligatoria en el calendario litúrgico del país.

Quizá el color más representativo de estas fiestas es el amarillo que proviene de la flor de cempasúchil, una flor de tono amarillo casi rojizo que era usada por los aztecas en las ceremonias con las que enterraban a sus muertos.

También llamada «la flor con cuatrocientas vidas» el cempacúchil, según la tradición prehispánica, representaba a los muertos y su aroma era el camino para que éstos fueran y regresaran desde la tierra al lugar donde se encontraban sus almas.

La Iglesia católica en México ha evangelizado la fiesta. Las costumbres y tradiciones indígenas, se han transformado para darles un sentido cristiano.

Por esto se sigue la costumbre de visitar los panteones y llevar flores a las tumbas, ya no porque se crea que los muertos regresarán con su visita, sino porque se quiere expresar el afecto por la persona fallecida y sobre todo para dedicar oraciones a Dios por su alma.

Lo mismo sucede con los «altares» de muertos a los que las familias cristianas han añadido un crucifijo --en recuerdo de su muerte y resurrección--, así como una imagen de la Virgen, que participa ya de la vida eterna con Jesús. Veladoras encendidas simbolizan la fe en Cristo, que es la Luz del mundo.

Al «bautizar» estas tradiciones la Iglesia ha tratado de iluminar con la fe cristiana la pena que deja la muerte de un ser querido, orar en familia por su alma, y reflexionar sobre la vida y la muerte a la luz de luz de la eternidad en el amor de Cristo.

Un mensaje que ha cobrado una candente actualidad ante la llegada de la fiesta de origen celta de «la noche de brujas» o el «Halloween», tan celebrada en el vecino país del Norte.